Los abertzales no podrán concurrir a las elecciones municipales. Salvo que el Tribunal Constitucional rectifique al Supremo. Por ello, quizás, convendría no anticipar el juicio.
Sin embargo, tengo la impresión en este caso de que la lógica policial se ha impuesto a la jurídica e incluso a la política.
No se trata de rebatir la argumentación de los jueces. Sólo argüir que la justicia requiere, para ser justa, adecuación a la realidad social. Y que la política no puede escabullir sus responsabilidades cuando están en juego asuntos relevantes para los ciudadanos.
En materia de terrorismo se instaló, hace ya mucho, una lógica unívoca y perversa. A machamartillo. Los resultados favorables desvanecieron las críticas iniciales. Aquella lógica se afianzó, aboliendo el debate y relegando el valor de algunos principios.
La espiral ha consagrado la primacía del criterio policial.
Los argumentos contra Bildu se han construido bajo un axioma previo. No demuestran, sino que confirman, que ETA está detrás. Lo malo es que también están detrás muchos, muchos ciudadanos, que no son ETA.
A éstos no los tiene que defender la policía, sino los jueces y la política.
Luego quedan, en otro plano, los efectos de estas decisiones: ¿a dónde irán estos ciudadanos contrarios –o en vías de serlo– al terrorismo? ¿Tendrán derecho a saberse o a sentirse marginados?
