Los males que agravan los medios

Cuando alguien despotrica de lo moderno, suele tener una razón: él no lo es. Ya sea por incapacidad para adaptarse a la moda o a los tiempos, ya sea porque el tiempo (todo es cuestión de tiempo) se le está yend…

Quede claro lo dicho para comprender lo que ha de venir, porque este comentario sin ese prólogo carecería de sentido. O podría parecer despectivo respecto a otros cuando solo puede serlo para uno mismo, incapaz de entender lo moderno porque no puedo serlo y porque intentar parecerlo resultaría, como ya se ha visto en muchos casos, sencillamente patético. La viruela, a la vejez, no pega.

– ¿Pero de qué pretendía escribir esta mañana?

– Joder con la puta memoria de los viejos…

Anoche me acosté con mal cuerpo. Puse el canal 24horas de TVE y me dieron retortijones por culpa de un muchacho agresivo e ignorante –es decir, facha, por lo uno y por lo otro– que imponía sus tonterías a un coro de tertulianos que, a su lado, salvo algún repeinado, parecía gente serena e incluso respetable. Y eso que los conozco, pero con aquel prenda parecían Sócrates.

No pude completar el análisis que me proponía, porque nunca me he dedicado al estudio académico y las estupideces en tropel me generan urticaria.

Me pasé a la radio en busca de sosiego, junto a gente también conocida y de otro jaez. Mas aquí entraron en pugna los modernos, alguno casi tan provectos como yo mismo, ilustrados en cursos de teoría política de 140 caracteres y deseosos de validar su independencia con el mismo tino que un mandril con una estaca.

Todo versaba sobre el día después de las elecciones europeas. Y en particular sobre el PSOE y la convocatoria del congreso extraordinario con el que su secretario general ha decidido zanjar su propia debacle, su anunciada retirada y su profunda crisis, estrechamente relacionada con la de un partido desnortado.

Estas afirmaciones son mías y en algún punto coincidentes con lo que escuché o, para ser más veraz, con lo que creí escuchar y lo que recuerdo de lo que escuché, porque ya está claro que la memoria, más frágil que una rosa, no respeta a los ancianos, salvo a los teñidos de canosos.

Allí supe que las elecciones europeas, que había que plantear en clave europea –se cansaron de repetirlo en campaña los mismos tertulianos, sin esforzarse mucho para que así fuera– debían leerse exclusivamente en clave nacional española. Pura coherencia.

Allí supe que lo importante no es cómo se organiza o resuelve la crisis, cuál es el modelo de partido, sino exclusivamente en qué consiste la propuesta programática. Lo decían los mismos que se han aburrido de pregonar la cerrazón de las formaciones políticas convencionales frente a las demandas de participación de los indignados; a los que yo suponía que, aparte del discurso, reclaman una organización integradora y participativa a la altura de una sociedad activa y digna de respeto. Pura coherencia.

Allí supe que no merecía un gramo de reconocimiento la dignidad del que, aunque tarde, reconoce su fracaso; a las líneas programáticas que el susodicho alentó y que, meses atrás, ratificó una conferencia del partido –tal vez, porque lo que no se lee, no existe–; no obstante, se elogiaba profusamente el acierto de quienes han basado su acción en las redes sociales o las tertulias televisivas. Pura coherencia.

Allí supe de la fuerza emergente de la presidenta andaluza, por más que su propuesta ideológica sea tan confusa, al menos, como la de la mayoría de sus correligionarios; que su concepción del partido sea continuación de la que impuso Guerra (Alfonso, no el torero); que no haya pasado la reválida de una elección popular; que entre sus méritos políticos destaquen el manejo de los hilos oscuros de la burocracia partidista y sus padrinos. Pura coherencia.

Allí supe, porque llegó a decir o a insinuar (si el riego neuronal no me traiciona), que los aspirantes a ocupar responsabilidades en el PSOE deben atender exclusivamente a quienes han obtenido buenos resultados electorales: a saber, la presidenta andaluza, el presidente asturiano y el dirigente extremeño. ¿A quién, si no?, preguntó alguien. Pura coherencia.

Allí supe, de nuevo, de la primacía de la ideología sobre el modelo de organización, porque insistían en ello, sobre todo, quienes más elogiaban a Podemos. Pura coherencia.

Estoy mayor. Si no fuera por eso, me pondría a pensar que muchos de nuestros males son consecuencia de nuestros medios.

 

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