Los que nunca se equivocan

Nuevos tiempos, fin de una época, nuevos actores, nuevas formas de la política… En eso estamos.

Los medios de comunicación tienen razón. No solo han entendido los nuevos tiempos sino que son sus exegetas e incluso sus profetas. Como siempre. Los demás, en la inopia.

Basta ver la campaña. Basta ver la situación postelectoral en Andalucía. Basta ver…

Sin embargo, la actitud de los medios sigue siendo la misma de siempre: sus prioridades, sus planteamientos, su interés por las intrigas, su desatención de los programas, su fascinación por el poder en detrimento de los compromisos (es decir, de la política)…

Los analógicos, porque están incapacitados para entender el fenómeno que se ha producido, según los digitales. Y los digitales, porque la cuestión generacional (que tampoco es tanta en muchos y muy importantes casos) o su supuesto conocimiento del alfabeto binario no resuelven un problema endémico en el gremio: su escasa capacidad autocrítica.

Todos hablamos del nuevo tiempo, del fin de una época, de los nuevos actores, de las nuevas formas de la política; los medios, los primeros, pero sus respuestas obedecen a la lógica de los viejos tiempos, de la antigua época, de los actores pasados de fecha, de las caducas formas de la política.

Volvemos a lo mismo de siempre. Cambiaron las pegatinas y algunos logotipos.

Hubo, sin embargo, algún tiempo (efímero, por supuesto) en el que se debatía sobre el modelo de ciudad, en el que hasta los carteles electorales planteaban el tema e incluso en el que algunos ayuntamientos consiguieron llevar el debate y las propuestas a la plaza pública, hasta hacer realidad algunas de ellas.

Recuerdos de un régimen que, por supuesto, debe ser abolido. Eso dicen las nuevas estrellas de la farándula política e incluso algunos medios de comunicación que, obviamente, tampoco participaron en aquel empeño. No prestaron atención. Y ahora, claro, no se acuerdan o nacieron tarde. No obstante, tienen excusa: ha transcurrido mucho tiempo y los protagonistas de aquel momento abdicaron de su entusiasmo e incluso de sus convicciones.

Otros no necesitan ese trasiego. Basta con no tener lo uno y lo otro.

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