“Un nuevo presidente hereda lo que le perpetró el anterior. Sobre todo ha de brear con lo putrefacto, tratar de enmendarlo. Puede que sea justo heredar un marrón pero una presidencia no se comienza con una pizarra en blanco”. No siempre comparto sus apreciaciones, pero en esta ocasión suscribo la afirmación de Elvira Lindo. Dirigí la vista a Zapatero y Aznar, pensé en Rajoy y Zapatero.
No iba de ellos. “Obama heredó grandes marrones. Marronazos, para ser precisa. Los marronazos de Bush fueron la base de la campaña política de los demócratas”. Se me fue otra vez el santo al cielo. Pensé de nuevo en Aznar y ZP o en ZP y Rajoy, alternativamente: “Era esperanzador construir un discurso esperanzado para un pueblo en crisis, con un alto porcentaje de indigencia, una clase media más empobrecida que su generación anterior, un ejército envuelto en una guerra desatada por falsas evidencias, una educación pública desposeída de medios y un prestigio internacional por los suelos”.
Así llegamos a Guantánamo. Bush lo creó, Obama no ha sido capaz de abolirlo. “Cierto que su cierre no depende sólo de la voluntad del presidente, pero su pervivencia denota una gran falta de carácter. Y no se puede gobernar sin carácter, por buenas que sean las intenciones o grandes las promesas”. Aterrizo.
¿Cómo se resuelve? Eligiendo al seguidor del que creó el problema, aunque tenga menos carácter que el que no consiguió erradicarlo? ¿O por el procedimiento de la yenka, izquierda-izquierda-derecha-derecha-adelante-atrás-un-dos-tres?
Que todo cambie para que el marrón permanezca. Muy lindo.
