
«El jugador». Rupert Wyatt, 2014
Cuando uno ve anunciada una película que se titula El jugador, piensa en Dostoiewski, en alguna de las adaptaciones que ha tenido su novela, firmadas por el francés Claude Auntant-Lara (Le joueur, 1958) y por el húngaro Karóly Makk (A játékos, 1997), entre otros, o, por aproximación, en El buscavidas (The Hustler, 1961), la obra maestra de Robert Rossen. Pero no. Se trata de una nueva versión –la tan manida crisis de los guionistas de Hollywood– de la película homónima dirigida por Karel Reisz en 1974, con guion de James Toback, citado aquí como fuente directa de inspiración y, esta sí, vagamente relacionada con el clásico de la literatura rusa.
Entonces surge la pregunta de a quién y por qué se la habrá ocurrido volver a rodar aquella historia, sin mejorarla un ápice y fabricando un subproducto no por pretencioso menos fallido. Con un Max Walhberg tan expresivo como un bloque de piedra pómez, amo absoluto de la pantalla en su calidad de coproductor del filme y rodeado por un elenco de caras conocidas, que pintan más bien poco, entre las que naufraga lastimosamente una Jessica Lange más retocada que la fachada de un monumento histórico. Junto a ella, Brie Larson, con un papel que se quiere enigmático, sugerente, y es simplemente insípido, a años luz de su gran creación en Las vidas de Grace (Short Term 12, 2013), de Destin Daniel Cretton; un John Goodman que estaba mejor haciendo de Pedro/Fred en Los Picapiedra (The Flinstones, 1994), de Brian Levant, o de Creighton Bernette en la serie Treme (2010), y un Michael K. Williams del que se aprovecha su acreditado aspecto de rufián afroamericano televisivo. Con unos diálogos que aspiran a situarse entre William Shakespeare y Albert Camus, nada menos, pero que cuando no lo consiguen y optan por ponerse bordes quieren ser como los de la serie The Wire y se quedan en lo peor de Tarantino, que ya es decir. Y con una planificación a ratos morosa y en otros histérica, la mitad de cuyas tomas podían haber ido al cesto de los descartes, porque no significan absolutamente nada.
La cosa va de un profesor de Literatura aficionado al juego, que, no contento con aburrir a sus alumnos soltándoles unos rollos infumables y provocándolos sin motivo, tiene el vicio de jugar, a la ruleta, a las cartas, a lo que sea, en garitos de diverso pelaje, y se gasta lo que no tiene, más lo que le da su madre –la citada Jessica Lange, pobre– más lo que les prestan unos mafiosos coreanos, negratas y de no se sabe cuántas razas más, aunque desde el principio sabemos que es un perdedor nato y que aquello va a acabar fatal, porque cuando gana se empeña en doblar la apuesta hasta que lo despluman… El colmo de la originalidad, vaya. Como lo es también el buscar como motivo de suspense un interminable partido de baloncesto en el que uno de los alumnos del protagonista debe ganar, pero no por más de ocho puntos, como si eso pudiera crear tensión dramática alguna en unos espectadores ahítos de retransmisiones deportivas de verdad. O cuando una alumna –interpretada, es un decir, por la citada Brie Larson– se propone, vaya usted a saber por qué, seducir al profesor y acabar siendo su perdición, o su salvación, una vez que él la ha elogiado en clase, proclamando que tiene talento, para después envolverla en su propia ineptitud.
Una galería de situaciones sabidas y exprimidas hasta la saciedad por tantos subproductos estadounidenses, para la gran pantalla o la televisión, que pretende enganchar al espectador mediante unos rótulos que desde el principio del relato van marcando una supuesta cuenta atrás… hacia ninguna parte. Ante semejante galería de dislates encadenados, es inútil empeñarse en ver en El jugador la crónica desoladora de la autodestrucción de un hombre que podía tenerlo todo y se empeña en hacerse daño de mil formas diferentes. Con sus aspiraciones de obra seria y trascendente, la película perpetrada por Rupert Wyatt, que mejor haría también en seguir con fruslerías de refrito tales como El origen del planeta de los simios (Rise os the Planet of the Apes, 2011), no pasa de ser un mal producto de consumo intelectualoide. Y no va más.
FICHA TÉCNICA
Título original: «The Gambler». Dirección: Rupert Wyatt. Guion: William Monahan, sobre la versión homónima de James Toback (1974). Fotografía: Greig Fraser, en color. Montaje: Pete Beaudreau. Música: Jon Brion y Theo Green. Intérpretes: Mark Walhberg (Jim Bennett), Brie Larson (Amy Philips), John Goodman (Frank), Jessica Lange (Roberta), Michael K. Williams (Neville Baraka), Sonya Walger (Angelina), Emory Cohen (Dexter), George Kennedy (Ed). Producción: Paramount Pictures y Winkler Films (Estados Unidos, 2014). Duración: 111 minutos.
