La conversación radiofónica trata sobre el deterioro de la naturaleza y el medio ambiente en esta sociedad de sobreexplotación de los recursos y de desprecio a la biodiversidad. Hablan un biólogo especializado en ballenas francas, un activista medioambiental (fotógrafo) y el director del programa. Llegados al final, el conductor concluye con una pregunta apocalíptica:
– ¿A este paso, cuánto nos queda de vida en el planeta: treinta, cincuenta años a lo sumo?
El activista asume el reto:
– Cincuenta quizás. Probablemente lleguemos a cien.
El biólogo concluye:
– El problema lo tendremos dentro de cinco mil millones de años; ese momento se producirá la explosión del sol. Ahí acabará nuestro mundo. Hasta entonces hay que pensar en la extraordinaria capacidad de adaptación de la naturaleza y en que también tenemos la oportunidad de cambiar…
¿Un alivio? In crescendo: el conductor me evitó (a mí) el fin del mundo el activista se lo evitó a mis hijas y el científico, a la humanidad.
En fin, buena gente. Y el periodismo de datos, una estupidez, porque una cosa es reclamar atención sobre el problema y otra hacerlo sobre el apocalipsis. ¿Cuestión de progresismo, de estulticia, de audímetros; o de todo junto?
