Parad-Hojas: el himno nazi de la navidad

El viento no amaina. Se trata de un huracán, que todo lo mueve y lo conmueve. Y ante ello sólo nos queda el grito:

– ¡Parad-hojas!

Para quienes creíamos que lo único que teníamos a salvo era lo bailao, ya ni lo bailao. Y menos mal que nuestra afición al baile, más que escasa, se limitaba a la propia de un pato maneado. Ni por esas.

– ¡Nos quitan hasta el Concierto de Navidad!

A ver quién se sienta ahora, para comenzar el año, a la sombra de un nazi.

La Filarmónica de Viena no tiene una historia oscuro sino un pasado tan tenebroso que ni siquiera ha querido airear. Ahora la han obligado a colgarlo en el tendedero y a sacudirlo.

Al colgar la porquería, por lo pasado y lo aún presente, y mientras esto dure, cada primero de enero se aventará ese hedor con la moralina diabética del nacional-ismo cortesano de los Strauss, cuya ascendencia judía fue casualmente ocultada por los nazis.

El himno laico de la Navidad era nazi. 

– Otro mito menos.

 La navidad se queda sin concierto por la sombra de un nazi.

– Y la semana santa, que está cerca, ¿por la de un nazareno?

Siempre con los símbolos a cuestas.

– Podríamos añadir un nazarí, para reunir a la familia entera.

Mejor dejar tranquilo al nazareo. Este año a la semana santa vamos a llegar sobrecargados.

Metidos en esa obscenidad a la que solo se accede con clave, como a tantas cosas en estos tiempos, resulta difícil entender la extraordinaria atención que dedican al evento los medios de comunicación que, luego, niegan importancia a las majaderías de los reunidos cuando salen del circo.

– Será por el espectáculo.

– Pues, bueno. Pero, llegado el momento de la gilipollez a pelo, sin armiños, birretas o capellos, por favor, que no se pongan estupendos.

 

Artículo anterior¿El periodismo es posible?
Artículo siguienteIluminación ponferradina sobre cónclave y medios