Perdón por la perorata, no se me ocurre más

“A mi generación le basta con declarar en Facebook que está hasta las narices, porque, con un par de personas que cliquen ‘Me gusta’, todo queda arreglado”.

– Admito la crítica: la vida no puede ser una permanente perorata.

“Éramos niños cuando terminó la guerra fría y murieron las ideologías. Tenemos en común la afición por las redes sociales e internet, y una falta de solidaridad que lleva a competir con los demás todo el tiempo”.

– Bueno, en determinados ambientes y sectores puede ser…

“Muchos están agobiados por demasiada responsabilidad y tan poco poder. Me gustaría que pensaran en qué tipo de sociedad y gobierno quieren. Y trabajaran en ello”.

– Pues no sé cómo entender responsabilidad, poder e incluso trabajar. Y desde luego no creo que no sea tan malo pensar, decir, denunciar, señalar, protestar. Y que todo eso, junto, no es solo perorar.

 

Las frases entrecomilladas corresponden a Meredith Haaf, una joven alemana superventas, autora de Dejad de llorisquear. Sobre una generación y sus problemas superfluos, publicado por Alpha Decay. El libro reflexiona sobre la generación de los 80.

– ¿Y por qué me he dado yo por aludido?


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