
Cuando el estruendo de los niños y adolescentes de aquella familia numerosa, de once hermanos, sobrepasaba el umbral de lo cotidiano y se hacía absolutamente insoportable; al cabo de varias horas de ruidos, varios cacharros rotos y alguna pelea; tras numerosas advertencias, consejas y reprensiones, siempre inútiles, en aras de la calma o, al menos, de una tregua… Después de todo ello, en el colmo de la desesperación, la madre lanzaba un último argumento: ¡Por caridad!
Por caridad es por lo que el PP se infló a donaciones ilegales, porque ellos son como Caritas, Cruz Roja y cualquier ONG que se precie de tener en sus objetivos una función social; porque en su caso el fin justifica a los chorizos que ejercen el narcotráfico y regalan mantones de piedras preciosas a la patrona del pueblo. ¿Cómo no se ha dado cuenta de ello el juez Ruz? Y ahora el ministro Montoro y sus más cercanos colaboradores se ven obligados a sacarle de la estulticia, con el apuro que les da el tener que corregir a una autoridad del estado, aunque sea por caridad.
Y, sobre todo, ¿cómo no comprende el magistrado, tras una carrera y varias oposiciones, que las donaciones ilegales, por serlo, no pueden tributar a Hacienda, porque, de hacerlo, deberían ser previamente blanqueadas? Si el dinero negro pagara IVA, IRPF, impuesto de sociedades o demás menudencias tributarias, dejaría de ser negro. ¿Obligarle a cambiar de etnia sería racismo? Y en ese caso, ¿deberían prohibirle la entrada a los campos de fútbol?
O lo uno o lo otro, dice el PP. O negro o blanco. Y ellos a hacer buenas obras por ahí. Si la oposición arma un bochinche, si los ciudadanos se exasperan, si la indignación quema coches, el gobierno argüirá en un ultimo intento: ¡Por caridad!
¿Se entiende o no? Gente buena.
