
Los privilegios de unos siempre provocan damnificados. Unos pocos y otros muchos.
Algunos perjudicados lo son por razones ajenas a cualquier supuesto lógico. Por ejemplo, a que alguien pueda ser declarado impune. Como el rey; o su padre.
El rey está salvo de la ley y, por ello, otros ven limitados sus derechos. Si atropella a un anciano, allá el viejo. Si dispara contra un lince, que se extinga la especie. Si engendra una criatura, que se las apañe su madre o la descendencia.
En estos días se asegura que el Supremo discute la aceptación o denegación de dos demandas de paternidad presentadas contra el rey emérito y bullanguero. De la bullanga, allá él y quienes pudieron compartirla; pero de sus consecuencias… La fiscalía ya ha dicho no.
¿Habrá que estudiar mucho para entender cómo es posible que el privilegio de uno puede conculcar el derecho de otro u otros u otrísimos y seguir diciendo que somos iguales (incluso ante la ley)?
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Escrito lo anterior, el Supremo resuelve aceptar admitir una demanda a trámite y denegar la otra. ¿Habrá que cambiar el texto? Habrá que ver.
