
Me advierten de la sorpresa que encierra un artículo publicado el pasado 28 de mayo en Tentaciones, el suplemento semanal y sabático de El País. Se titulaba Aquí, sufriendo. Lo firmaba Juan Soto Ibars. Y trataba de la tiranía del selfie, que premia la foto en detrimento del disfrute del viaje. No advierto la sorpresa.
El texto carece de interés, sigo. Entonces me lo explican. Toda su importancia se esconde en las letras mayúsculas: las que inician cada párrafo y las que siguen a cada punto. Ellas forman un acróstico, un mensaje nítido, directo, contra el presidente del medio de comunicación en cuestión.
O sea, un texto banal con una carga de profundidad oculta, sólo al alcance de los introducidos en el secreto. Así se escribía en los tiempos de la dictadura, buscando el doble sentido o una frase insinuante en medio de un texto anodino o amañado.
El juego consistía en bordear la censura y en encontrar la complicidad de algún lector. Algo de eso escondía ese Aquí, sufriendo. Cabe suponer que tras ese texto, el autor del texto dejará de sufrir…; al menos, aquí, es decir, donde publicó un trabajo por última vez sin que el editor advirtiera el sufrimiento que escondía.
Pruebe a descifrar el enigma.
CEBRIAN ES UN TIRANO COMO CALIGULA
Sí, ese era el mensaje escondido en un artículo simple y aparentemente banal. El recado oculto tampoco resultaba demasiado complejo, apenas un panfleto, pero tenía el punto de osadía de lo clandestino y de lo inesperado, de la rebeldía del subterfugio frente al mamporro, del riesgo que convertía en victoria la previsible derrota (el fin de las colaboraciones).
Para ello había que desvelar lo escondido, recorrer el camino contrario. Así era en la dictadura: los artículos provocadores tenían mayor premio cuando eran advertidos y denunciados por la autoridad competente (y eso significaba incertidumbre y zozobra, por lo menos), como las manifestaciones callejeras cobraban mayor sentido cuando la porra policial restallaba en la espalda (sin partir la crisma) o pasabas la noche en chirona.
Era la espuma de la oposición más coherente, la que afrontaba desde el exilio o la cárcel un compromiso incuestionable y duradero.
El acróstico de Tentaciones recuerda aquellos lances de dignidad, juego y riesgo mesurados. Luego, muchos descubrimos que, acabada la rabia, no conseguimos reconocer nuestras banderas.
