Restituciones

«La dama de oro». Simon Curtis, 2015

Inspirándose en las biografías no escritas de los auténticos Maria Altmann y Randol Schoenberg, el cineasta británico Simon Curtis, procedente de la televisión y conocido en el cine por su primer largometraje, Mi semana con Marilyn (My Week with Marilyn, 2011), construye este relato sobre una anciana judía que decide reclamar judicialmente al Estado austriaco los cuadros de Gustav Klimt que los nazis arrebataron a su familia. Cuenta con la ayuda de un abogado joven e inexperto, descendiente del compositor Arnold Schoenberg, que irá implicándose progresivamente en una operación a la que al principio se incorporó solo por dinero, dada la altísima valoración que los citados cuadros han adquirido en el mercado.

Una de esas obras, el muy conocido Retrato de Adele Bloch-Bauer I, fue rebautizada por sus captores, para eliminar cualquier rastro de su procedencia étnica, como La dama de oro, que ha servido de título al filme. Y la estructura de este recuerda con insistencia a la espléndida película de Stephen Frears, Philomena (2013), donde una anciana interpretada con maestría por Judi Dench decidía localizar y recuperar, con la ayuda en aquel caso de un periodista en dificultades económicas, a un hijo que le habían robado unas monjas irlandesas para vendérselo después a una rica familia estadounidense.

Ciertamente, la actuación de Helen Mirren como la angustiada y tenaz Maria Altmann está a la altura de la de Judi Dench, y de hecho se impone sin piedad en cada plano sobre los encorsetados y rutinarios Ryan Reynolds como el abogado Schoenberg y Daniel Brühl como el periodista Hubertus Czermin, que son sus más asiduos acompañantes en esta azarosa aventura. Pero el resto de la película de Curtis no admite la menor comparación con la de Frears. Aquí todo se apoya en el sencillo enfrentamiento maniqueo entra la maldad indiscutible de los nazis y la bondad de una familia judía muy rica, pero bondadosa, llena de buenos sentimientos y cuyo patriarca hasta se preocupa de explicar al espectador cómo han hecho su inmensa fortuna, no vaya a ser que alguien piense que fue con malas artes.

Ese es el trasfondo, recordado por una multitud de flash-backs en su mayoría innecesarios pero de producción muy costosa, de un relato que cambia varias veces de orientación, al tiempo que su protagonista oscila bastante caprichosamente entre la obstinación y el desánimo, la voluntad de llegar al fondo del asunto y el deseo de olvidarlo todo para siempre. Cuando lo que se dirime en realidad, aunque no se reconozca así y siempre bajo el aspecto jurídico de la legítima reclamación de un particular para que un Estado le restituya lo que en otros tiempos fue confiscado por un invasor atroz, es si una obra de arte de la categoría de la de Klimt debe ser de propiedad privada o patrimonio público, para disfrute de todos. Y la película toma partido de forma artera con un desenlace que no desvelaremos pero que en el fondo destruye de raíz todos los argumentos que han sustentado su desarrollo, más allá del siempre evanescente del honor.

Aparte de esos problemas, basados –habrá que insistir– en un injusticia histórica que nadie podría justificar, y del exceso de sentimentalismo barato que exhibe con obscenidad La dama de oro, está el hecho de que su planteamiento aparentemente sesudo sobre el derecho de restitución de bienes arrebatados a sus propietarios en un periodo histórico convulso queda convertido aquí en una vulgar historia de acción y suspense, con momentos que podrían pasar a la antología del disparate cinematográfico, como esa fuga de la pareja judía que intenta escapar de la Viena ocupada por los alemanes tomando un avión hacia Colonia y que es una sucesión de inverosimilitudes capaces de sonrojar al espectador más crédulo. Todo eso contribuye a reforzar la impresión de que estamos ante la enésima operación de los hermanos Harvey y Bob Weinstein, coproductores y distribuidores internacionales del filme, para sacar partido de la desgracia sufrida por sus antepasados, quién sabe si con la malévola intención de justificar los desmanes de quienes actualmente esgrimen ese crédito étnico para perpetrar nuevas atrocidades, además de ganar dinero, por supuesto. Una curiosa forma de restitución, sin duda.

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Título original: «Woman in Gold». Dirección: Simon Curtis. Guion: Alexi Kaye Campbell. Fotografía: Ross Emery, en color. Montaje: Peter Lambert. Música: Martin Phipps y Hans Zimmer. Intérpretes: Helen Mirren (Maria Altmann), Ryan Reynolds (Randol Schoenberg), Daniel Brühl (Hubertus Czermin), Katie Homes (Pam), Tatiana Maslany (Maria joven), Max Irons (Fritz), Charles Dance (Sherman), Elizabeth McGovern (jueza Cooper). Producción: The Weinstein Company, Origin Pictures y BBC Films (Estados Unidos y Reino Unido, 2015). Duración: 109 minutos.

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