¡Menuda especie!
Para empezar, resulta que lo que verdaderamente distingue a la especie humana de cualquiera otra conocida, es “el blanco de los ojos, que indica a dónde y a quién miramos, y la capacidad de ponernos colorados”.
Esto no lo dice un tonto del nabo recién iluminado. Palabra de Juan Luis Arsuaga, paleoantropólogo, catedrático y codirector del equipo de investigación de los yacimientos de Atapuerca, y a quien respeto por razones muy diversas. Por ello, porque se parte de una afirmación veraz y solvente, me atrevo a lucubrar nuevas vías de investigación:
- Admitido, a ojos cerrados, lo del blanco de los ojos, dudo que eso indique a dónde y a quién miramos. Al menos, de manera inequívoca. Por una parte, porque hay bizcos y alguno de ellos, insigne, ya nos advirtió de que “con un ojo veo El Intermedio y con otro Telecinco”. Y por otra, porque abunda el estrabismo político: sus afectados dicen que miran a un lado pero miran a otro, les observamos y parece que tienen los ojos en una cosa pero están pendientes de otra. Véase, por ejemplo, a los gobernantes sucesivos que nos han caído encima; en particular, a los actuales, porque, además de empeñarse en la mirada estrábica, ensayan.
- La capacidad de ponernos colorado tampoco puede aplicarse de manera inequívoca. Hay muchos que no saben siquiera lo que es el rojo o colorado (para no ideologizar en exceso). Los peores son los que, además, bizquean: estrábicos políticos con cara de hormigón armado. Haylos e incluso abundan.
¿Puede decirse, en consecuencia, que estas supuestas excepciones pueden ser incluidas en la especie humana? ¿O se trata de especímenes no humanos? Se lo plantearé, cuando pueda, al profesor Arsuaga.
Él, además, ha hecho otra afirmación que ha quebrado mi estructura mental acerca de la especie humana: “Gran parte de nuestro pensamiento es mágico, no en el sentido religioso, sino que no tiene que ver con la razón. Mucha gente cree que es cultural, que viene de nuestro pasado ignorante y que lo estamos superando… Pues no, está en los genes, es un producto de la evolución y no nos lo vamos a quitar de encima”.
Conclusión:
- No tenemos remedio.
- ¿Mejor la magia que la racionalidad estrábica?
Nos queda una esperanza. Alberto Casas, investigador del CSIC, dedicado a la física teórica, afirma que “si te preguntas el porqué de las cosas acabas en la física”.
Más conclusiones:
- La física está más allá de lo humano, porque, para ser intrínsecamente humana, tendría que abdicar de sus genes y hacerse mágica, hasta evitar algún porqué.
- La especie humana se consolida con la edad. Los niños preguntan sin hartazgo alguno cualquier porqué y los padres, ni caso. De mayores, todos, mágicos. Humanos. Menos los bizcos de pensamiento y corazón.
Pues eso, ¡menuda especie!
