
La cantera de los partidos políticos no está en sus juventudes o en los cuadros que pasaron de la asociación de vecinos a la lista municipal, sino en las tertulias. No se salva ni uno.
La última adquisición, Pablo Casado. Será el responsable de comunicación del PP en la próxima campaña. El inefable Floriano continuará como jefe de campaña, pero el que pondrá rostro y voz al partido y a su propia promoción será este habitual defensor de los populares en territorios hostiles. Allí se ha fajado y se ha bragado, por no seguir incidiendo en otras prendas intimísimas. La confianza que en él depositaron Esperanza Aguirre y José María Aznar no le otorgaron tanta confianza. Su labor ante las cámaras, sí.
Todos los partidos han encontrado un filón en las tertulias y alguno parece haber salido de ellas. No se trata de un asunto meramente anecdótico, circunstancial o coyuntural. Reconoce el valor de la bronca, de la descalificación, de la frase ingeniosa o el cliché por encima del argumento, de la brevedad del discurso a costa del pensamiento, del escaso valor de la complejidad, del predominio de lo emocional y lo aparente, de la imagen a costa del valor de los conceptos.
Nada de esto es nuevo. Pero, por si cabía alguna duda, ahí están todos representados, sin excepción; dispuestos a imponer en el debate público la lógica del Sálvame.
Es decir, ¡estamos muertos!
