
LA VISITA DE LA VIEJA DAMA
La tranquilidad que reina en 1974 en una recoleta calle del barrio londinense de Candem Town se ve inesperadamente alterada por la irrupción de una anciana a bordo de una furgoneta destartalada y con el parabrisas roto y manchado de sangre. Miss Shepherd es tan arisca y malencarada como desastrada y maloliente, presenta síntomas de padecer síndrome de Diógenes y se enfrenta a cuantos la interpelan, al tiempo que parece pasar olímpicamente de todos ellos. Estacionará su desvencijado vehículo primero a la puerta de la casa del escritor Alan Bennett y poco después –no se sabe bien si por la timidez de este al enfrentarse a su descaro o por un oscuro sentimiento de solidaridad, dado que él asegura odiar el concepto de caridad y sus derivados– en el jardín mismo, a riesgo de interrumpir el normal acceso a la vivienda. Lo que parecía un contratiempo provisional acabará siendo una historia densa y compleja, porque la señora en cuestión permaneció allí durante quince años, cambiando a veces de vehículo y sobreviviendo gracias a la asistencia social y otras fuentes de apoyo anónimas.
Entre tanto, Alan Bennett, cuya madre enfermará pronto y acabará sus días ingresada en una residencia, empieza a reflejar esa experiencia en varios borradores y en un pequeño diario que pergeña, dice que a su pesar, aunque al final hará de Miss Shepherd y sus contactos con ella la materia prima para una de sus obras. Y este segundo eje de la acción, desdoblado a su vez, porque la película presenta a Allan escindido en dos figuras distintas –interpretadas por el mismo actor–, una de ellas dedicada a escribir y la otra a vivir, interpelándose con frecuencia a lo largo del relato, servirá también para ir facilitando progresivamente más datos sobre la personalidad y la trayectoria anterior de la vieja dama invasora.
Entre otras cosas, sabremos que fue novicia en un convento y sigue siendo rezadora y un poco iluminada, pero la expulsaron por empeñarse en tocar el piano, disciplina que había estudiado con ahínco y en la que llegó a tener cierto éxito. Aquella peculiar forma de represión eclesiástica provocó en ella una reacción ambivalente hacia la música, ya que a veces reacciona violentamente ante cualquier sonido armónico y otras se ensimisma recordando sus interpretaciones… Oculta también algunos secretos oscuros, como la causa de las manchas de sangre de la furgoneta, que parecen pasar desapercibidas, y cuando se revele lo que las ha provocado, cerca ya de un final más bien caótico donde se mezclan atropelladamente varias dimensiones narrativas, dará la impresión de que no tiene la menor importancia.
El singular argumento está basado en unos hechos reales vividos al parecer por el auténtico Alan Bennett, que es también autor del guion del filme y de la obra de teatro que le ha servido de base, con lo que se cierra un círculo en forma de artificio de origen literario, mediante el cual asistimos a la génesis de la historia que estamos contemplando, escrita por su protagonista. Un recurso atractivo y sugerente, si no fuera porque cuando, superada la sorpresa inicial por lo estrafalario del personaje y de la situación, nos han cautivado la figura y la historia de Miss Shepherd –a la que da vida con extraordinaria fuerza la octogenaria y maravillosa actriz Maggie Smith–, la faceta del escritor, su doble y su papel de narrador empiezan a devorar el conjunto, convirtiéndose en eje absoluto de la última parte del filme, de modo que lo que había empezado siendo un curioso ejercicio de escritura dentro de la escritura termina transformándose en un pesado ejercicio teórico que pone de manifiesto un molesto egocentrismo por parte del Alan Bennett real, que corre el riesgo de expulsar al espectador de la peripecia de la singular anciana. Al mismo tiempo, el suave humor británico con el que están tratadas la mayoría de las situaciones desaparece para dejar paso a unos matices trascendentes igualmente cargantes y desprovistos de interés.
Todo parece indicar que, bajo el peso de una autoría tan omnipresente, todo se le ha ido de las manos al director Nicholas Hytner en este su sexto largometraje, después de haber llevado a la pantalla él mismo otras dos historias de Bennett, que le reportaron reconocimiento internacional –La locura del rey Jorge (The Madness of King George, 1994), y The History Boys (2006)–, antes de dedicarse con más asiduidad a la dirección teatral, en estrecha colaboración con el escritor en varias ocasiones. Y nos queda la incógnita de por qué la distribuidora española ha decidido mantener en este caso el título original del filme, con lo fácil que lo tenía: La dama de la furgoneta, como reza la edición de la novela publicada por Anagrama en 2009.
FICHA TÉCNICA
Dirección: Nicholas Hytner. Guion: Alan Bennett. Fotografía: Andrew Dunn, en color. Montaje: Tarik Anwar. Música: George Fenton. Intérpretes: Maggie Smith (Miss Shepherd), Alex Jennings (Alan Bennett), Jim Broadbent (Underwood), Frances de la Tour (Vaughan Williams), Roger Allam (Rufus), Deborah Findley (Pauline), Gwen Taylor (Mam), Pandora Colin (Fiona Perry). Producción: BBC Films, TriStar Prod. (Reino Unido, 2015). Duración: 104 minutos.
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