
Matteo Renzi es presidente del Gobierno italiano por razones que sólo Silvio Berlusconi puede explicar. Es lo que tienen este tipo de fantoches, que alteran todo el panorama convirtiendo el desbarajuste en norma; no tanto en caos como en estupidez. Así se explica que Matteo Renzi haya devenido en un alter del propio Berlusconi, con la inestimable colaboración de otro grupo atrabiliario, Cinque Stelle.
Conclusión. Renzi no es un dirigente de izquierdas, porque nunca militó en ese bando, por más que su coalición incluya a representantes de la sinistra clásica. Renzi es un Berlusconi liviano. No tanto de rostro humano como ligero de modales, serpenteante, atildado, seductor o liante, según parezca.
Por lo pronto, ha resistido, y muchas veces contra pronóstico, durante un tiempo del que muchos de sus predecesores no dispusieron. Algo tendrá. Él se cree, o tal vez quiere ser, un estadista. Por eso no le ha bastado con pasar el trámite. Ha disfrutado prometiendo hoy lo que mañana volverá anunciar antes de repetirlo un día más tarde. Es tanta su vocación prometedora que está dispuesto a inventar o alentar problemas para seguir prometiendo promesas.
No le basta. Se ha arriesgado a remodelar el propio Estado italiano.
Lo ha hecho con superficialidad, reformando para tener un gran cartel donde lucirse, buscando un respaldo que le entronice definitivamente en el Foro Supremo, aspirando a conseguir un 40 por ciento de los votos en unas futuras elecciones para así acumular el 55 por ciento del parlamento. ¡Toma proporcionalidad y respeto al pluralismo!
No se sabe cómo saldrá de esta maniobra. Las encuestas anuncian un accidente que puede enviarle no ya al taller de reparaciones, sino al desguace. Sólo Berlusconi habría sido capaz de superar el descalabro anunciado. Mas no se olvide: él es un Berlusconi liviano y lo mismo su propia levedad le salva del percance que él mismo puede haber provocado.
No se debe descartar al Berlusconi liviano. En EE.UU. le observa un Berlusconi pesado.
Y no se olvide que, aunque digan lo contrario, Berlusconi y Grillo son los mejores valedores de Renzi. Por eso muchos italianos no saben qué hacer.
¡Que grande es Italia! ¡Cuánto ingenio! ¡Qué arte! La ficción la invade cada día. Y el referéndum, el domingo.
