Un regalo de disfrute largo y lento

Gonçalo M. Tavares entró en mi biblioteca hace ya bastantea tiempo, un día de cumpleaños, por regalo de mis hijas. La presentación se formalizó mediante uno de los deliciosos libros de la serie El barrio de los artistas; creo que fue El señor Valery. Luego llegaron, El señor Brecht y El señor Henry. Y también Un hombre: Klaus Klump, La máquina de Joseph Walser

Siempre recuerdo quién me descubrió a este escritor en el que la tragedia nunca está exenta de ternura ni de humor ni de poesía… Un placer.

Todo eso se desborda ahora en Un viaje a La India, una obra inclasificable, que solo se parece a Tavares, pero en superlativo: por lo extenso de un poema de más de cuatrocientas páginas o por la construcción de una novela en verso e incluso por tejer una trama negra a base de ingenio, aforismos, provocaciones, reflexiones interrumpidas, perplejidades, ironías e incluso algún absurdo para el definitivo desconcierto en busca de la lucidez.

Tavares hace todo ello de tal modo que el lector se siente enredado, necesitado de descanso para la risa, la cavilación y el deslumbramiento, para continuar pese a que la lectura exija una digestión tranquila, para sentir la intriga en un relato que carece de enredo, para sorprenderte ante cada hallazgo encadenado.

Este es un libro para disfrutarlo. Porque el sinsentido que se nos propone está cargado de razones y eso ratifica hasta qué punto el sentido del que hemos rodeado a nuestra vida, a nuestras certezas, carece de sentido. Este es el ejercicio de Gonçalo M. Tavares, el tipo del que Saramago dijo que “¡No tiene derecho a escribir tan bien con solo 35 años”. Ya tiene casi diez más y escribe aún mejor.

Pero eso es lo de menos. Volveré a leer a Tavares, porque sí. O porque un día de cumpleaños me lo presentaron mis hijas.

– Gracias, peques. Este os lo regalaré yo.

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