Una comedia de (las de) antes

«Lío en Broadway». Peter Bogdanovich, 2014

Ausente de la gran pantalla desde hace más de doce años, con setenta y seis de edad y después de varios sonados fracasos de taquilla y de crítica, Peter Bogdanovich vuelve a ponerse tras las cámaras buscando de nuevo la sintonía que consiguió con una y otra gracias a las obras de su primera y mejor época, entre ellas La última película (The Last Picture Show, 1971), ¿Qué me pasa, doctor? (What’s Up, Doc, 1972) o Luna de papel (Paper Moon, 1973). Y lo hace tratando de recuperar abiertamente el estilo y las características de esas comedias locas que tienen por referentes a autores que Bogdanovich ha estudiado a fondo y venera, como Ernst Lubitsch o Howard Hawks, entre otros maestros del cine clásico estadounidense.

Una secuencia muy conocida de la película de Lubitsch El pecado de Cluny Brown (Cluny Brown, 1946) va a servir precisamente de muletilla al desarrollo del argumento de este Lío en Broadway –otro título español absurdo, que en nada remite al original–, y se incluye al final, junto a los créditos. Pero el director y su coguionista y expareja Louise Stratten recurren además a otro elemento que se intercala constantemente en la acción y acaba reflejando una cierta tosquedad en la estructura del relato: la protagonista, Isabella Patterson, una joven que ejercía la prostitución a la espera de poder convertirse en un gran actriz, concede una entrevista a otra mujer, y numerosos fragmentos de esa conversación servirán de enlace a distintos pasajes de una acción que de otra forma tendría que avanzar a saltos demasiado abruptos y gratuitos.

Con esos dos apoyos un tanto ortopédicos desde el punto de vista narrativo, el filme cuenta el encuentro de Isabella con Arnold Robertson, director teatral en Broadway, casado y con hijos, que decide echar una canita al aire y recibe a la chica en su habitación del lujoso hotel donde se aloja también el primer actor de la compañía. Comienza así una inacabable serie de equívocos y coincidencias forzadas, a la que se van incorporando los numerosos personajes que completan el cuadro y entre los que hay psicoterapeutas, detectives privados, esposas ofendidas, gentes del teatro y toda una galería de figuras que remiten también al cine de género cómico, desde Blake Edwards –citado expresamente varias veces, sobre todo por su Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961) y de forma menos directa por el inspector Clouseau del ciclo de La pantera rosa (The Pink Panther, 1963, y otras)– hasta el más contemporáneo Woody Allen, de quien Bogdanovich parece envidiar hoy el ritmo de sus escenas corales y el ingenio de sus réplicas mordaces, en los que él mismo fue maestro tiempo atrás.

Porque todo, o casi todo, es mecánicamente correcto en Lío en Broadway, y en su amplio reparto hay contribuciones destacadas, como la de Jennifer Aniston en el papel de terapeuta dominante y casi sádica y varias más, pero todo suena también a demasiado sabido, a ligeramente rancio, pese al esfuerzo del cineasta por incluir elementos de modernidad, como la utilización abusiva de los teléfonos móviles, que multiplican por mil el juego de quid pro quo en que se basa la mayor parte de la historia. Conscientemente, desde luego, como queda de manifiesto cuando, al producirse una sucesión inverosímil de coincidencias en un mismo local público neoyorquino, alguien comenta: «Como si no hubiera más restaurantes en la ciudad». Pues eso.

Todo está llevado al límite, forzando las situaciones hasta las últimas consecuencias, pero sin arrancar por ello más que una sonrisa complaciente, si acaso, ya que, a pesar de los esfuerzos de guionistas, realizador e intérpretes, apenas surge alguna carcajada suelta y el tedio amenaza con apoderarse de quien se desenganche de esa desmañada acumulación de circunstancias conocidas o demasiado previsibles.

Aunque puede ocurrir, también, que el tipo de chistes visuales y sonoros que tanto Bogdanovich como muchos cinéfilos admiramos, y que él mismo supo fabricar en tiempos con eficacia, haya quedado desarticulado en la actualidad por tanta comedieta gamberra y descerebrada que los ha empleado sin ton ni son, para provocar una risotada inmediata sin apelar en absoluto a la inteligencia de quien los contempla, sino todo lo contrario. Y cuando ahora llega este autor a quien podríamos considerar neoclásico e intenta recuperar el aliento y las formas de los maestros, el resultado es insípido, poco estimulante y con sabor a algo ya pasado, ido para siempre y que no es posible actualizar.

 

 

FICHA TÉCNICA

Título original: «She’s Funny That Way». Dirección: Peter Bogdanovich. Guion: Peter Bogdanovich y Louise Stratten. Fotografía: Yaron Orbach, en color. Montaje: Nick Moore y Pax Wasserman. Música: Edward Shearmur. Intérpretes: Owen Wilson (Arnold Albertson), Imogen Poots (Isabella Patterson), Kathryn Hahn (Delta Simmons), Will Forte (Joshua Fleet), Rhys Ifans (Seth Gilbert), Jennifer Aniston (Jane Claremont), Cybill Shepherd (Nettie Finkelstein), Debi Mazar (Vicki). Producción: Lagniappe Films, Lailaps Pictures y Venture Forth (Estados Unidos, 2014). Duración: 93 minutos.

 

Más información en programadoble.com, el blog de Juan Antonio Pérez Millán.

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