
Los presos de ETA reconocen el daño causado y asumen la posibilidad de acogerse individualmente a los beneficios penitenciarios. Las crónicas que interpretan el comunicado emitido por el colectivo de presos lo sintetizan así para que podamos entenderlos y entendernos.
Esa decisión que resume el extenso comunicado entra, aunque muy tardíamente, en la lógica de la renuncia a la violencia que la banda expresó hace dos años. Los presos se han resistido a aceptar esa conclusión, porque pretendían que aquella abdicación hubiera tenido alguna recompensa: tal vez, como mínimo, la aplicación automática y colectiva de algunos ventajas relacionadas con sus condenas, pero el denostado gobierno de Zapatero, que consiguió lo primero, rechazó lo segundo.
De ahí el interés de este comunicado, porque indica que los presos, los últimos resistentes, empiezan a asumir la derrota de la banda y a pensar en una sociedad cuyas normas no las fijan las pistolas ni un grupo de iluminados.
Más allá de todo eso el comunicado revela lo mucho que separa a ese mundo de individuos preclaros del común de los vulgares. Mientras unos utilizamos el lenguaje para entendernos y explicarnos, aquellos lo hacen solo para confundirse, porque, a estas alturas, resulta muy difícil que nos confundan.
Se lee el comunicado y surge, inevitable, una pregunta: ¿se entienden entre ellos?
El lenguaje es mucho más que el instrumento que permite la comunicación; también es efecto y causa del pensamiento, del que surge la reflexión individual y colectiva.
De ahí la abismal diferencia entre unos y otros en la manera de utilizar las palabras. Los confundidos las usamos para aclararnos y los iluminados para confundirse, incluso cuando tratan de entrar en razón.
