La lucha por la desigualdad. ¿Es eso?

El filosofo Germán Cano escribe en El País una tribuna de opinión titulada El nuevo cuerpo del capitalismo, cuyo interés palidece frente al que suscita una larga cita que incluye en su reflexión.

Se centra en un artículo publicado el 24 de junio de 1984 en el Faro de Vigo bajo el título Igualdad humana y modelos de sociedad. El autor, que glosaba un libro del «gran pensador» Gonzalo Fernández de la Mora, afirmaba que «Demostrada de forma indiscutible que la sociedad es jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales, no tratemos de explotar la envidia y el resentimiento para asentar sobre tan negativas pulsiones la dictadura igualitaria. La experiencia ha demostrado de modo irrefragable que la gestión estatal es menos eficaz que la privada. ¿Por qué se insiste en incrementar la participación estatal en la economía? En gran medida, para despersonalizar la propiedad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria».

El hombre es desigual biológicamente y también lo es la desigualdad social, aseveraba el ínclito autor y, en consecuencia, «Vaguedades como ‘la eliminación de las desigualdades excesivas’, ‘supresión de privilegios’, ‘redistribución’, ‘que paguen los que tienen más…’, serían expresiones de resentimiento por parte de los perdedores para denigrar a los ganadores».

Item más. «Al revés de lo que propugnaban Rousseau y Marx, la gran tarea del humanismo moderno es lograr que la persona sea libre por ella misma y que el Estado no la obligue a ser un plagio. Y no es bueno cultivar el odio sino el respeto al mejor, no el rebajamiento de los superiores, sino la autorrealización propia».

Y así hasta concluir que «en la afirmación de la propia personalidad, en la forma de vestir, en el ansia de ganar -es ciertamente revelador en este sentido el afán del hombre por vencer en una Olimpiada, por batir marcas, récords-, en la lucha por el poder, en la disputa por la obtención de premios, honores, condecoraciones, títulos nobiliarios desprovistos de cualquier contrapartida económica… Todo ello constituye demostración matemática de que el hombre no se conforma con su realidad, de que aspira a más, de que busca un mayor bienestar y además un mejor bien ser, de que, en definitiva, lucha por desigualarse».

Si este artículo lo hubiera suscrito el actual presidente del Gobierno podríamos deducir que su acción política pretende, antes que nada, apoyar esa aspiración esencial del ser humano: la de la lucha por desigualarse. El presidente no lo ha ratificado, pero quien lo escribió fue Mariano Rajoy Brey.

Tal vez ya no piense así. O sí.

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