
La habilidad de los reyes para pegarse tiros es proverbial. En España la monarquía cuenta con episodios antológicos al respecto. Lo del Rey Juan Carlos en Bostwana no fue un disparo en la cadera propia, sino un tropezón, aunque lo diera cargado con escopeta de caza (en todos los sentidos). Sin embargo, su historial de autodisparos (a sí mismo o a la familia) tiene precedentes y consecuentes, como su nieto Froilán, pese a la vigilancia de Marichalar.
Los Austria y los Borbones cuentan muchos más casos. Por eso, no debe extrañar que cualquier aspirante a rey en su propio territorio, ya sea en versión laica o en creencias esotéricas, pretenda seguir el rumbo.
Lluis Basset lo pone de manifiesto en La meditación del rey destronado que publica en El País. Dice que lo que ha hecho Artur Mas es «lo más parecido a dispararse en el pie cuando nos había anunciado la caza del león» (o el elefante, si el lector lo encuentra más ajustado).
Algunos ya habían visto la metamorfosis del President Mas mutando a monarca. Ya no hay duda. Sigue Basset: “Cataluña está en vísperas de su plenitud nacional, dijo (Artur Mas) después de la Diada. Estábamos y estamos en el abismo financiero más profundo. La Generalitat, sin liquidez. La población, en un pozo de desempleo, recortes y pérdidas de derechos como no se habían visto desde la posguerra. El bochorno es colosal. Los panegíricos y ditirambos en honor del rey Arturo se han trocado en espinas lacerantes. La antología es extraordinaria. No solo por las frases del propio Mas y de su guardia pretoriana, sino de los periodistas, directores de medios y empresas de comunicación enteras. Llenarían colecciones de libros».
Cosas de la corte.
Y en esas se disparó al pie. Sin embargo, no habrá entronización. Él mismo se dio cuenta de su condición plebeya en el último momento. No basta el afán autoritario o totalitario para alcanzar la dignidad monárquica. De algo de eso hablaba hace unos días Paul Krugman, en su artículo El planeta republicano: «Los autoritarios tienen mucha tendencia a rechazar cualquier prueba que contradiga sus creencias previas (…) y solo en raras ocasiones –como una noche electoral– tropiezan con algún indicio de que lo que creen podría no ser cierto».
A seguir disparando. Hasta que toque.
(Imagen obtenida del blog de David Cervelló)
