La foto de Yolanda que no borró la transición

 

La foto de Yolanda González provoca, treinta y tres años después, una emoción inevitable. Tenía 19 años y la asesinaron unos matones de Fuerza Nueva, porque sí, porque almacenaban armas, porque se sentían amparados para hacerlo, porque tenían poder, aunque fuera en las cloacas del Estado. Ellos dijeron que pertenecía a ETA, pero apenas era una militante del PST, un partido socialista minúsculo. Su rostro en blanco y negro, reproducido una y otra vez en los periódicos de aquellas fechas, se convirtió en uno de los símbolos de aquella transición de dolor y contradicciones.

En estas fechas, en las que muchos ciudadanos que dudan si aquella transición fue un sueño o un señuelo, vuelve a la actualidad el rostro en blanco y negro, idéntico al de hace treintaitrés años (eso pasa con los muertos), de Yolanda González. Su asesino, pese a a la condena impuesta de 43 años, a sus fugas, a su escapada con protección dictatorial en Paraguay, se ha convertido, sin que nadie parezca haber advertido su pasado, en consultor, asesor y colaborador de la Guardia Civil.

El hermano menor de Yolanda explica la perplejidad cargado de razones: “Es indignante que ese hombre realice esa actividad. No sé si se habrá arrepentido. Todo el mundo tiene derecho a una nueva oportunidad, pero, si lo hace con una nueva identidad, solo ratifica el tipo de personaje que es. En este país las personas vinculadas a la extrema derecha gozan de privilegios”. El novio de Yolanda lo resume en una sola palabra: “Tremendo”.

La foto de Yolanda González provoca, sí, treinta y tres años después, una emoción inevitable.

Nota. Un escalofrío debido a un buen trabajo periodístico, una vez más, de José María Irujo, en El País: De asesino ultra a asesor de la Guardia Civil.

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