El origen de la rabia

Al PP le ha dado un ataque de rabia. No es solo Esperanza Aguirre. Hasta el ginecólogo de Ana Botella  se ha contagiado. De Podemositis.

¿Por qué será?

¿Por su marxismo recalcitrante, su ultraizquierdismo o su directa relación con el asamantecas?

Los estudios demoscópicos no sitúan a Podemos como una formación más radical que Izquierda Unida o Iniciativa per Catalunya/Verds, sino entre el PSOE/PSC y aquéllas. Basta ver, por ejemplo, la encuesta sobre el conflicto catalán que publica El País.

Aún resultan más contundentes los datos aportados por el último estudio del CIS, según el cual el voto de Podemos en las últimas elecciones europeas –las de la aparición en carne mortal del este neopartido que quiere ser un movimiento (en el mejor sentido, por supuesto)– procedía en un 40% de exvotantes del PSOE (no in illo tempore, sino en la elecciones inmediatamente anteriores), en un 15% de la abstención y en proporciones inferiores de IU y del… PP.

Así se entienden algunas cosas: por ejemplo, la autoproclamación del propio Pablo Iglesias como socialdemócrata y el documento del mismo autor que urge a aprovechar el desconcierto del PSOE –antes de que la rectificación en marcha– y la campaña publicitaria masiva con que amenaza el PP para vender los datos económicos venideros.

Desde esta perspectiva cabría replantear mucho de lo que unos y otros hacen y, por supuesto, de lo que dicen. Para entender sus pretensiones y para saber lo que puede convenir. Y quizás por ello sería aconsejable más sosiego, más claridad, menos oportunismo y, para empezar, la erradicación… de la rabia. Que fue cosa perruna, pero que se contagia a humanos.

Andaba en estas disquisiciones, cuando escuché a un paseante, un comentario que me reafirmó en lo escrito:

– Pues si está contra ETA, que lo diga. Es bien sencillo. ¡Que lo diga!

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