La visión económica de la derecha ofende y repugna.
La visión económica de la izquierda se asemeja a una religión: solo la fe la justifica.
Las visiones económicas, cuanto más radicales, o más destructivas o más inútiles (para la inmensa mayoría de los ciudadanos).
Sólo es realista la contradicción entre lo deseable y lo posible.
La izquierda está obligada, de manera inequívoca en este tiempo, a contradecirse; sin esconder su propia perplejidad o, mejor aún, sin ocultar su objetivo y su impotencia, su compromiso y su insatisfacción.
Hay que salvarse juntos, sin negar lo que queremos y sin renunciar a lo que podemos. Sólo la contradicción es razonable. Y por ello, también, siempre, la duda, la incertidumbre.
* * *
Anoto estas vacilaciones a partir de una pequeña afirmación: la igualdad es el objetivo, aunque sólo resulte posible una cierta reducción de la desigualdad. Dos artículos publicados en el salmón de El País vienen en mi socorro: Por qué la desigualdad es importante, de Paul Krugman, y La desigualdad mata la recuperación, de Antón Costas.
