De Buñuel al 23F: aprender a leer imágenes

Hace algo más de tres meses un amplio grupo de personas permanecimos cuasi encerradas en una magnífica hospedería para hablar y reflexionar sobre la fascinación que provocan las imágenes, su extraordinario poder de seducción o la potencia del relato audiovisual frente a lo escrito, ya sea ensayo, periodismo o literatura.

La cita se celebró en Las Mestas, al norte de la provincia de Cáceres, en el marco de unas jornadas a las que habíamos denominado Las Hurdes desde Buñuel, que versaban obviamente en torno al documental (algunos le dirían falso documental) Las Hurdes tierra sin pan y al cineasta aragonés Luis Buñuel. Aprovechamos el ochenta cumpleaños de la película para darnos el gusto de reflexionar sobre su legado e incluso sobre su vigencia y potencialidad.

Se habló, claro, de si aquello fue un documental o no, para concluir que sí; de si ficción o realidad, para acordar que ambas ; de si verosímil o falaz, y fueron más los que apostaron por lo primero que quienes lo hicieron por lo segundo; de si reflejaba la realidad de la comarca en su tiempo, y no hubo dudas, e incluso de si se trató de fabricar un artefacto (o instrumento) de intervención contra el poder vigente y, aún más, contra el que llegaría violentamente después: ¿qué otra cosa iba a ser?

Con todo esto sobre la mesa, hubo algunas coincidencia, al margen de las que específicamente se trataban en aquellas charlas redondas y sucesivas: el impacto emocional que generan las imágenes y la impotencia para contraponer un discurso contrario o matizado desde la reflexión, el estudio, la mesura. Virtudes y problemas. Hay momentos en que la agitación constituye el único medio de defensa ante el poder de los que avasallan y la única manera de contraponer con el ímpetu virtual de las imágenes el poderío violento de quienes detentan el dinero o las armas.

Aún así conviene saber que las imágenes, el relato audiovisual, el documental que recrea la realidad tiene truco. En el caso de Operación Palace, por supuesto, pero también en cualquier otro. Y hay que estar prevenido. ¿No se debe advertir? De eso trataba el programa de Jordi Évole.

En aquellas jornadas hurdanas y buñuelianas uno de los asistentes, un profundo analista del lenguaje cinematográfico, insistió en una idea que ha repetido a lo largo de su vida: la necesidad de llevar a la escuela una asignatura que enseñe a leer las imágenes, a defenderse de ellas, a recelar de su relato como única garantía para estar protegido de la manipulación y la mentira.

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