El nacionalismo es una cuestión de cercas. Tal vez por eso, Javier Cercas consigue retratarlo con exactitud, sin aspavientos ni misericordia. Lo hace hoy en El País, aunque parte de este artículo creo haberlo leído, tal vez reducido, inmediatamente después de las recientes elecciones catalanas.
A Cercas y a mí la geografía nos unió en el punto de partida, la provincia de Cáceres, pero nos radicó en territorios emigrantes muy distintos (sólo me refiero a los meramente espaciales, porque respecto a los literarios no existe parangón, tampoco parecido). Ni la proximidad original ni la distancia sobrevenida tienen la culpa de que pueda compartir, plenamente, algunas reflexiones con el autor de Anatomía de un instante. Este es el caso.
A lo que Cercas explica y describe añadiría por mi cuenta, con la complicidad de la parte común de nuestra geografía, que gentes oriundas de tierras muy distintas asumimos en su momento (el del franquismo) causas nacionalistas ajenas –ya fueran catalanas o vascas, sobre todo– con el propósito de integrar al mayor número de personas en la lucha contra la dictadura. Nos creímos compañeros de viaje y acabamos asimilando una propuesta ideológicamente reaccionaria, el nacionalismo, con la causa de la izquierda. Hemos pagado nuestro error con creces, porque, cuando quisimos darnos cuenta, habíamos cebado al bicho a costa de nuestro propio sustento y, lo que es peor, del alimento de los menos afortunados.
Aquella equivocación, frecuente en mi generación entre los opositores de la dictadura, fue la más grave de cuantas pudimos cometer de manera colectiva. Contra el régimen eran necesarias todas las fuerzas –y ni así resultaron suficientes–, pero no entendimos que la coincidencia táctica sólo podía ofrecerse con la repugnancia lógica de quienes propugnaban principios ideológicos tan opuestos.
Así, al cabo de aceptar gato por liebre, a algunos les acabó gustando el gato. Otros hemos tratado de deconstruir nuestro sentido del gusto. Y ahora, ¿que nos queda? Maullar con cara de perro. Para que se advierta el fraude.
