Dedicatoria para un 26 de julio

Hoy, 26 de julio, festividad de santa Ana, he leído esta Economía Doméstica de la poeta mexicana Rosario Castellanos, de su libro En la tierra de en medio (1972). Remite a paisajes conocidos y paradójicamente añorados.


He aquí la regla de oro, el secreto del orden:

 

Tener un sitio para cada cosa

Y tener

Cada cosa en su sitio.

Así arreglé mi casa.

Impecable anaquel el de los libros:

Un apartado para las novelas,

Otro para el ensayo

Y la poesía en todo lo demás.

 

Si abres una alacena huele a espliego

Y no confundirás los manteles de lino

Con los que se usan cotidianamente.

Y hay también la vajilla de la gran ocasión

Y la otra que se usa, se rompe, se repone

Y nunca está completa.

La ropa en su cajón correspondiente

 

Y los muebles guardando las distancias

Y la composición que los hace armoniosos.

Naturalmente que la superficie

(de lo que sea) está pulida y limpia.

 

Y es también natural

Que el polvo no se esconda en los rincones.

Pero hay algunas cosas

Que provisionalmente coloqué aquí y allá

O que eché en el lugar de los trebejos.

Algunas cosas.

Por ejemplo, un llanto

Que no se lloró nunca;

Una nostalgia de que me distraje,

Un dolor, un dolor del que se borró el nombre,

Un juramento no cumplido, un ansia.

Que se desvaneció como el perfume

De un frasco mal cerrado

Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.

Esto me desazona.

Siempre digo: mañana…

Y luego olvido. Y muestro a las visitas,

Orgullosa, una sala en la que resplandece

La regla de oro que me dio mi madre.

 

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