Un hombre solo contra el mundo

Un tipo, que se identificó como un empresario arruinado y del que se dijo que padece una enfermedad mental, se lanzó esta mañanaa toda velocidad, con un coche, dos bombonas de butano y dos sacos de abono industrial en su interior, contra la fachada de la sede del PP en Madrid, destrozando la puerta exterior de cristales y empotrándose en las escaleras del edificio. Quería protestar contra los políticos, todos, “porque todos los políticos son iguales”. 

En Grecia la crisis provocó reacciones individuales de algunas víctimas que añadieron a la sociedad una carga emocional simbólica, capaz de movilizar la solidaridad ciudadana y de alentar a los más despistados sobre la gravedad de la situación. Inolvidable aquel farmacéutico que se suicidó en el ágora más conocida de la vieja Helas.

En España ese tipo de reacciones individuales contra la crisis no han alcanzado el impacto de las griegas. Ha habido, sí, suicidios en silencio y llantos incontenibles tras un desahucio. La tranquilidad o la educación hispanas nos asombran.

Esta mañana surgió, de repente, una metáfora, que acabará en un juicio, cuya sentencia afectará al autor del atropello, pero que no ofrecerá ninguna conclusión de interés para la ciudadanía. Lo verdaderamente interesante es la desesperación de un hombre solo contra el mundo.

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