
«El tiempo de los amantes». Jérôme Bonnell, 2013
En 1970, el biólogo Jacques Monod publicó el libro El azar y la necesidad (Le hasard et la nécessité. Essay sur la philosophie naturelle de la biologie moderne), que dio mucho que hablar a los posmarxistas, neoestructuralistas y preposmodernos, que no conseguían explicarse ni el estallido del llamado Mayo del 68 ni su posterior disolución como un azucarillo en un vaso de agua.
Cuarenta y tantos años más tarde, un tal Jérôme Bonnell, también francés y que había dirigido hasta ahora otros tres largometrajes inéditos entre nosotros, intenta contar –sólo intenta– una historia de amor, o más bien de sexo improvisado, entre una actriz ya madura, no demasiado atractiva pero con cierto magnetismo (demostrado con creces y mejor fortuna por la actriz que la interpreta, Emmanuelle Devos, en títulos recientes como El hijo del otro [Le fils de l’autre, de Lorraine Lévy, 2012] o Violette, de Martin Provost, 2013), y un profesor inglés de literatura (Gabriel Byrne, poseedor de una amplísima filmografía, en la que cabe destacar En terapia [In treatment, 2008-2010], una serie de televisión excepcional, aunque haya tenido menos repercusión que otras más celebradas). Alix y Doug se han conocido por casualidad en el tren que une Calais y París. Poco después, y cuando la primera está cabreada porque Antoine, su novio desde hace ocho años, no le coge el teléfono, vuelven a encontrarse, también por las buenas, en el funeral de una tal Patricia, amiga del segundo y donde otro profesor suelta de improviso un rollo infumable sobre la macroeconomía mundial. Alix decide entonces seguir a Doug, de quien ni siquiera sabe su nombre, hasta el pequeño hotel en que se hospeda y que, no por casualidad se llama Esculape, en honor del dios grecolatino de la medicina y la curación.
No es esa la única referencia cultista de un guion lleno de gratuidades y pretensiones fatuas. Cuando Alix acuda a su hermana, con la que se lleva a matar, para pedirle unos euros que necesita para pagar una pequeña cuenta en un café, el novio de esta –o lo que sea– se pondrá a citar a Blaise Pascal sin venir a cuento, y la propia Alix hablará con desenvoltura de Henrik Ibsen, cuyas obras se supone que interpreta en un escenario de Calais, aunque en realidad la hemos visto presentarse a un casting con escasa habilidad.
Entre tanto, los dos protagonistas se acuestan, se levantan, se despiden una y otra vez, se aburren y nos aburren con conversaciones supuestamente trascendentes pero de una frivolidad pasmosa. Y para completar el dislate, la distribuidora española, buscando algo más de morbo, ha tenido a bien modificar el título original, «El tiempo de la aventura», homenaje quizá involuntario a aquel monumento a la cursilería típicamente francesa que se llamó La aventura es la aventura (L’aventure, c’est l’aventure, 1972), del olvidable y justamente olvidado Claude Lelouch, maestro de la nadería envuelta en colorines, cámaras lentas y música resultona.
Aquí todo está construido como al azar, y sin necesidad alguna. Tan al azar, que al cabo de más de hora y media interminable descubrimos que a lo mejor se trata de una comedia, porque al autor no se le ocurre nada más original que hacer que su pobre protagonista, despistada, con el móvil sin batería, el cargador olvidado y la tarjeta de crédito sin fondos, choque de pronto con una farola, situación de la que el gran Jacques Tati extrajo un gag formidable en Mi tío (Mon oncle, 1958) y que en este contexto resulta grotesca. Como tantos otros momentos de una película necia y pretenciosa. Al ver que algo así ha contado con el apoyo financiero de la Unión Europea y de varias televisiones públicas y privadas, uno siente ganas de irse a algún paraíso fiscal de esos cuyos habitantes viven como dioses a base de lo que nos roban aquí, con el beneplácito y la complicidad de demasiadas instituciones dizque democráticas, o como sea eso.
FICHA TÉCNICA
Título original: «Le temps de l’aventure». Dirección y Guion: Jérôme Bonnell. Fotografía: Pascal Lagriffoul, en color. Montaje: Julie Dupré. Música: Raf Keunen. Intérpretes: Emmanuelle Devos (Alix), Gabriel Byrne (Doug), Gilles Privat (Rodolphe), Aurélia Petit (Diane), Laurent Capelluto (Oliver), Sébastien Pouderoux (hombre del casting), Olivier Broche (administrador del teatro), Eddie Chignara (actor). Producción: Rectangle Productions, Scope Pictures, Element Pictures, France 3 Cinéma (Francia, Bélgica e Irlanda, 2013). Duración: 104 minutos.
