«Trash. Ladrones de esperanza». Stephen Daldry, 2014
El realizador británico Stephen Daldry adquirió justa fama con su primer largometraje, Billy Elliot (2000), donde contaba la historia de un niño de familia obrera que quería convertirse en bailarín de ballet, teniendo que enfrentarse a todo tipo de prejuicios de clase, género y otras perversiones sociales. Después, Daldry sacó adelante con dignidad adaptaciones de obras de Michel Cunningham, Las horas (The Hours, 2002), y Bernhard Schlinck, El lector (The Reader, 2008), además de otros trabajos de menor repercusión.
En Trash (Basura), titulada además en español «Ladrones de esperanza», de forma retorcida y moralista, el director lleva a la pantalla la novela homónima de Andy Mulligan, con el guionista Richard Curtis y la ayuda de Felipe Braga por lo que se refiere a los aspectos directamente brasileños del relato. Tres adolescentes, a quienes la miseria cotidiana y la lucha por la supervivencia han hecho madurar prematuramente, trabajan rebuscando en la basura de un inmenso vertedero de Río de Janeiro. Cuando encuentran una billetera con dinero y otros objetos, ponen en marcha inadvertidamente una amplia operación policial instigada por un político corrupto que teme ver descubiertas sus fechorías, para las que había contado con la colaboración de un joven ayudante que decidió cambiar de actitud y fue eliminado sin piedad, pero dejando algunas pistas muy complicadas para que todo el asunto pudiera salir a la luz.
En esa tupida red de intereses y servidumbres, los jóvenes protagonistas, interpretados por chicos inexpertos pero extraordinariamente vivaces, elegidos tras un largo proceso de selección en el que el cineasta contó con la ayuda de Fernando Meirelles, coproductor del filme, sólo tienen a su favor su propio ingenio y el apoyo aparentemente desinteresado de un misionero (Martin Sheen) y una cooperante (Rooney Mara) estadounidenses que los protegen en la medida de lo posible, que no es mucha.
Sobre ese fondo de pobreza, meninos da rua, brutalidad de las fuerzas del orden –con torturas atroces que pierden fuerza por su reiteración– y otros desórdenes, Stephen Daldry construye una película que en realidad son varias a la vez, en una mezcla que acaba perjudicando a cada una de sus dimensiones. Así, la denuncia de las condiciones en las que viven los tres adolescentes hacen de Trash una obra cercana al realismo social europeo, trasladado ahora a otras tierras. Pero pronto el relato, donde se mezclan los tiempos, se abusa un tanto de los montajes paralelos y se introducen unas grabaciones en vídeo cuyo origen se explicará cerca ya del desenlace, se convierte en un filme de acción pura y dura, con persecuciones poco verosímiles –esa biblia que pasa de mano en mano y es estrellada varias veces contra el suelo y las paredes, sin que su encuadernación se resienta, o esos policías malos que no aciertan ni un disparo–, llenas de casualidades gratuitas que restan seriedad al planteamiento crítico.
Al final, el tono de la película gira hacia una especie de cuento mágico, con elementos de dudosa legitimidad y escasa verosimilitud, cuando los protagonistas –perjudicados además en la versión española por un doblaje espantoso– parecen tomar de pronto conciencia de la necesidad de un cambio revolucionario en su país y, sin abandonar las convicciones que les han inculcado el misionero y su ayudante –atentos a paliar las necesidades individuales pero poco dados a propiciar una verdadera transformación de las condiciones de vida de sus parroquianos–, entonan un canto rebelde con eslóganes que ponen de manifiesto la buena voluntad o el oportunismo de los creadores del filme, ya que no ayudan a eliminar la sospecha de que estos han sido poco más que unos turistas bienintencionados, decididos a convertir en una hermosa historia lo que es en realidad una situación insostenible. Demasiadas ambigüedades para una obra cuyo planteamiento prometía bastante más.
FICHA TÉCNICA
Título original: «Trash». Dirección: Stephen Daldry. Guion: Richard Curtis, con la colaboración de Felipe Braga, sobre la novela de Andy Mulligan. Fotografía: Adriano Goldman, en color. Montaje: Elliot Graham. Música: Antonio Pinto. Intérpretes: Rickson Tevez (Raphael), Eduardo Luis (Gardo), Gabriel Weinstein (Rato), Selton Mello (Frederico), Rooney Mara (Olivia), Wagner Moura (José Angelo), Martin Sheen (padre Julliard), Stepan Nercessian (Santos). Producción: O2 Filmes, PeaPie Films, Working Title Films (Reino Unido y Brasil, 2014). Duración: 114 minutos.
