
Basta con leer la prensa para intuir quien esconde un pasado o algún asunto turbio. Y para comprobarlo nada mejor que enviarle un escrito advirtiéndole de que existen documentos o vídeos que sacan a relucir lo oscuro, exigiéndole una pasta a cambio de la imagen o el silencio.
Si paga, ¡confirmado!
Un tipo de pasado conocido, aunque no edificante, ha utilizado el método para descubrir desmanes. Varios individuos de buena posición y mayores recursos pagaron sin saber por qué, pero algo habría. Hubo dos que no abonaron la cuota: la baronesa Thyssen y el deán de la catedral de Santiago, tal vez aleccionado por el electricista que le escondió el Códice Calixtino.
Sin embargo, por culpa del canónigo, el buen hombre ha sido detenido, acusándole de extorsionador, cuando en realidad su actuación constituye un alegato a favor de la transparencia.
– Es que cobraba…
– Las buenas obras merecen recompensa.
– Con todos los extorsionadores que pululan con buen sueldo se van a fijar en este.
– Le denunció al cura…
– No es justo. Los curas te pueden mandar al infierno, no a la cárcel.
– En estos tiempos…
