
El desideratum de Quim Torra y sus 21 reclamaciones al Gobierno de España invitan al asombro. No tanto por lo que reclaman como por lo que dan por supuesto. Y en última instancia, por su formulación, más propia de un aprendiz de brujo poco letrado y con afanes visionarios que de un estadista con voluntad de construir el futuro.
No hay por donde cogerlo. Y enojan muchas formulaciones; por ejemplo, que el susodicho caballero reclame la división de poderes, absolutamente legítima salvo para quienes propusieron que sus jueces fueran designados por el presidente del Gobierno (una vez independiente).
