Último recurso: que gobierne la oposición

Los gobiernos nos llevan al caos y la oposición lo advierte. Sin embargo, cuando la oposición alcanza el gobierno, contradice lo que afirmaba e insiste en el rumbo caótico; al tiempo, los del gobierno saliente empiezan a utilizar en la oposición los criterios razonables que antes les fueron ajenos. El espectáculo da grima, resulta despreciable y, lo que es peor, nos atrapa en su miseria. O sea, como para estar tranquilos.

Sin embargo, vistas así las cosas, la democracia tiene solución: solo es cuestión de que no gobierne el gobierno sino que gobierne la oposición sin dejar de ser oposición, puesto que, si se convirtiera en gobierno, desgonbernaría y estaríamos igualmente perdidos.

Llevo unos días dándole vueltas a este asunto para concretar la propuesta un poco más, pero no acabo de encontrar la fórmula exacta para iniciar la gran reforma democrática: pasar de la idea del gobierno de la mayoría, que a la postre solo consigue la oposición de la mayoría, al gobierno de la oposición para acabar con la oposición al gobierno.

Nada puede haber más democrático en este tiempo en el que la oposición somos todos o, al menos, en el que casi todos estamos casi siempre en la oposición. Si sólo cabe la mayoría de la oposición, que gobierne ella

Sea.

 

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