Poemas para entendernos

César Vallejo escribió este poema sin conocer la realidad en la que vivimos, pero la describió con dolor sin indulgencia: 

NO TENGO NADA QUE PERDER

Esa apremiante asignación de pérdidas,
ese acumulativo desalojo
                                         que metódicamente
mina los sustentáculos del tiempo, los indicios
morosos de estar vivo, ¿qué le depararán mañana
al que ya está cansado
de descreer, cuándo se acabará desmantelando
el último antepecho de la resistencia?
¿Qué más puedo perder?
                                          Nada
sino el conocimiento, la razón, la vida.

10 febrero

Aunque hayan transcurrido varios días desde sus respectivas muertes, recopilo alguno de los versos que en su memoria volví a decir:

Pese a todo, estos de Félix Grande:

Pero caeré diciendo
que era buena la vida
y que valía la pena
vivir y reventar.

Por tantos motivos, estos otros de José Emilio Pacheco:

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

Otro más de José Emilio Pacheco:

 Vamos de guerra en guerra. Todo el oro
de Indias se consume en hacer daño.
La espada
incendia el nuevo mundo.
La cruz
solo es pretexto para la codicia.
La fe,
un torpe ardid para sembrar la infamia.

Y un tercero del mexicano, no sé si una autocrítica o un elogio de la madurez:

Ya somos todo aquello
contra lo que luchábamos a los veinte años.

Para terminar , uno autobiográfico de Félix Grande:

Oh madre alucinada, o madre medio loca, princesilla
del martirio, emperatriz del pánico, sacerdotisa
de la calamidad, hormiguita cargada con la piedra
del miedo universal del mundo.

 

Artículo anteriorLa reina está triste y los gatos, hambrientos
Artículo siguienteAgenda diaria (más o menos)