El caos se expande, y a la vista está

A la guerra en Ucrania se la trata con otros eufemismos, tal vez porque en aquellas latitudes, en los últimos ochenta años, se han sucedido tal cantidad de hechos violentos que sus protagonistas y sus observadores ya no aciertan a calificarlos; aún peor, ante ellos ni siquiera consiguen estremecerse. Un sino, un fatalismo o una historia tan de mal en peor que acaba por banalizar los acontecimientos más graves.

Con ese paisaje envolvente de fondo inicié la lectura de Limónov, la novela de Emmanuel Carrère (Anagrama 2013) que la crítica aplaudió con entusiasmo, al igual que algunas personas de las que me fío, y que había postergado por razones menores. Celebro haberla leído en el actual contexto, aunque tales contextos (el caos provocado en la vieja Unión Soviética antes y después de su disolución) no han faltado en ningún momento ni faltarán; bastará con atender lo que cuenten los medios o viajar por lugares donde los nuevos dueños de Rusia se aposenten para encontrar el marco desde el que reinterpretar lo allí ocurrido.

Y eso es en gran medida Limónov, la novela: la historia reciente de la vieja URSS, a la que se enfrenta el protagonista, un personaje real y excepcional por sus contradicciones, sus experiencias, sus opciones ideológicas y personales; aborrecible y asombroso. Su desconcertante peripecia y personalidad proponen una mirada incisiva, casi despiadada, acerca de la caída del imperio soviético. Él es el caos y su mundo es el caos. ¿Distintos? ¿El de Eduard Limónov, una reacción bárbara contra la destrucción? ¿El de la vieja URSS o Rusia, una apuesta destructiva a favor de la barbarie?

El personaje, de tan estrafalario y excesivo, tan coherente en lo contradictorio, puede parecer de ficción, pero las referencias que propone son tan reales que nadie hubiera podido imaginar, de la manera en que lo hace Carrère, de manera más tremenda al elefante en el interior de la cacharrería. Tuvo que conocerlo y él así lo asegura.

El relato alcanza en muchos momentos una fuerza extraordinaria. Hay páginas de una dureza sorprendente. No hay resquicio para la compasión o, tal vez, solo lo haya para compadecer en algún momento al despreciable protagonista. Un texto, complejo, narrado en primera persona por un novelista interesado en el personaje central que incorpora sus experiencias personales y literarias integrándolas en el relato, de la misma manera que acude a testimonios del propio Limónov, a referencias de otros o a episodios descritos por muy diversos autores.

La historia, la cultura, la acción política, la biografía se interrelacionan de manera sobresaliente, tras un trabajo de documentación formidable, analizado con distancia, sin imponer una interpretación ajena a la complejidad de un personaje sorprendente rodeado de protagonistas de los últimos cincuenta años perfectamente conocidos, que en ningún caso son tratados con benevolencia en honor de la rabiosa capacidad destructiva del protagonista.

El futuro nos deparará múltiples ocasiones para acudir a Limónov, no ya para entender la realidad de la Rusia actual y de su acción exterior, sino para asumir que el caos tiende a expandirse, aunque en él se encuentren personajes tan estremecedores como Limónov.

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