Ser o estar ida

La doctora IDA en plena actividad, dando ejemplo de dedicación y solvencia. El paciente, agradecido.

La presidenta madrileña arremete contra los sanitarios.

Mejor no enzarzarse en una disputa absurda. Vayamos a los ejemplos, los datos constatados de una pareja próxima:

  • El día 13 él llama diez veces al centro de salud para pedir cita con la doctora correspondiente. Nadie cumple lo que la centralita anuncia; que atenderían inmediatamente la llamada.
  • El día 15 lo intenta ella, que era la que presentaba síntomas. A la última llamada tiene suerte. Le dan cita telefónica para el 20.
  • Al día siguiente la cita será presencial. Y en esa fecha, el 21 –ocho días después de la alarma–, se confirma el positivo. La atención de la médica, excelente. Anuncia que los rastreadores se pondrán en contacto el próximo día 27 –dos semanas después del posible contagio, ¿quien se va a acordar de sus andanzas?
  • A la vista de los datos, la médica convoca a la paciente a una próxima consulta telefónica: el día 28.

¿La responsabilidad de este calendario es, en serio, de los profesionales de la salud?

Los argumentos denigratorios a este colectivo profesional en boca de un responsable público se nos habrían antojado, hasta hace poco, inverosímiles; por el respeto obligado a los profesionales a su cargo, por el respeto que la sociedad les reitera e incluso por un mínimo respeto a sí misma. Pero puede ser peor: aún cabe la posibilidad de que, conocidos los titulares, los explique.

Esta mujer es tan falaz o mendaz como inefable. O viceversa. En resumen, ella es IDA. ¿O lo está?

 

 

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