
Ya sea a través del Molino o La Isla, de Plasencia o Tánger, de Sofía, Grandson o Ginebra, la poesía de Álvaro Valverde reivindica, desde sus orígenes, su Territorio más personal e íntimo, el que contiene su forma de ver y entender, y hasta su manera de vivir o de ser. Esta es, en definitiva, su voz, imprescindible en este tiempo repleto de no–lugares, de superficialidad y enconos.
En su último libro, Sobre el azar del mapa (Tusquets, 2023), Álvaro Valverde insiste en su ideario. Los lugares son espacios de intimidad, recreados a través de la memoria y la emoción que sobre ellos volcaron otros creadores. Así, en este caso, en la parte final del libro aparecen nombres tan relevantes como Jorge Luis Borges, Vicente Aleixandre, María Zambrabo, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biezma, Gabriel Ferrater, Pere Gimferrer, Alfonso Costafreda o Aquilino Duque.
La poesía de Álvaro Valverde se arraiga en el territorio que recorre para afirmar las raíces de su propia experiencia, pero también para conectar con quienes comparten esa personal manera de ser. De ese modo los poemas de Álvaro Valverde funden su biografía con sus paseos cotidianos, sus reflexiones con sus encuentros casuales o sus viajes más o menos programados. En todos esos casos su mirada busca y encuentra, más allá de lo que se ve, su propia manera de ser o, tal vez, la forma de reconocerse y ser reconocido. Sencilla, íntima y profundamente, un hombre a la búsqueda de lo más íntimo. En este tiempo, un hombre que se busca y se encuentra en el camino que recorre.
Compartir su experiencia introspectiva y viajera instruye y emociona, hace visibles y gozosas las experiencias más sencillas; con frecuencia, también las que, desprovistas del ruido y de los flashes transforman en recónditas. Así es o, al menos, así me lo parece.
