La compleja sencillez de una «novela rosa»

Una mujer joven cuenta su relación amorosa con la persona a la que desea. Nada más. El Agrio (Periferica, 2009) no se trata de una novela rosa ni de un relato sobre las relaciones personales, más o menos desiguales. Solo un punto de vista, el de la protagonista, que expresa sus propias sensaciones. Sin ánimo de extraer conclusiones. Tan solo con la voluntad de mostrar detalles, momentos, que no solo proyectan la personalidad de la protagonista sino también la de su antagonista. Así, con una sola voz, se describe a dos personajes y a una relación cotidiana y común.

No importa la reflexión, sino la narración. No importan las situaciones, tan comunes como cotidianas; lo que se le ocurre en casa momento, cuando está con él y, sobre todo, cuando le desea, le espera, la abandona… Una sucesión de fotografías, de instantes, de descripciones, de transparencias que permiten al lector crear al personaje. Esto es lo que hay, sin más pretensiones.

Solo habla ella, pero este relato corto lleva por títuloEl Agrio; es decir, el apodo de Bruno, un antagonista sin voz.

Me he encontrado con esta novelita por casualidad. Sencillamente lo celebro. Con qué pocos elementos se puede conseguir una narración tan nítida y sugerente.

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