Todo lo que ha pasado (como si nada)

Había escuchado tantas críticas entusiásticas de Milena Busquets y su También esto pasará (Seix Barral, 2014) que antepuse su lectura a otras muchas pendientes. Los comentarios procedían de personas que merecen mi consideración, también la de otros muchos, y eso me hizo desatender el comentario refranero de mi librero de cabecera: “más ruido que nueces”.

Así me introduje en el libro de Milena Busquets, el nombre que ella hace constar en la portada del libro, acallando su segundo apellido, Tusquets, por más que en este caso tenga un valor ineludible: la pérdida de la madre da sentido al relato y hace aflorar las relaciones y el entorno que la escritora propone.

La lectura de También esto pasará recuerda, según plantea el editor (Seix Barral publica a Tusquets), al Bonjour tristesse de Françoise Sagan. Empeño vano, salvo para el marketing, porque el contexto de ambas obras y la actitud de una y otra autora desautorizan la referencia.

El relato existencial y existencialista de aquellos lejanos cincuenta se sustentaba sobre un paisaje en el que subyacían Sartre o Camus, con Kierkegard o Schopenhauer al fondo; en aquella propuesta la libertad, la responsabilidad individual o el significado de la vida constituían el trasfondo de una reivindicación que estallaría años después en el corazón de la sociedad francesa.

El que aporta Milena Busquets es de otra índole y se inserta en otro encuadre, el de una posmodernidad que ha convertido aquellos materiales en banalidad. A ese paisaje remite También esto pasará (un título que revela una auténtica declaración de intenciones) y en el que la autora afronta la ausencia de su madre, y del personaje público y literario que también fue.

Personalmente, la lectura de También esto pasará me remitió a una novela de Manuel Vázquez Montalbán que siempre he tenido entre las predilectas de un autor al que profeso admiración y respeto. En Los alegres muchachos de Adzavara el escritor barcelonés que murió en Bangkok trazó el retrato moral de unos grupos emergentes en las postrimerías del franquismo que, más allá de los principios que pregonaban, parecían condenados a debatirse en sus propias contradicciones, escondiendo bajo proclamas aparentemente reivindicativas sus aspiraciones elitistas, plenamente identificadas con la burguesía de la que procedían.

En esta comparación también pierde la novela de Milena Busquets. Frente a la pretensión crítica y desmitificadora de una clase que Vázquez Montalbán conocía desde dentro, la heredera de Tusquets apenas consigue reflejar una banalidad carente de conflicto. Es lo que va de la Francia de1954, a la España de 1987 y la realidad global de 2014.

 

 

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