Fin de la serie: Márkaris encuentra un resquicio

La última novela de Petros Márkaris, Pan, educación, libertad, con la que el autor griego cierra la trilogía en torno a la crisis griega, quizás sea, entre todas ellas, la que aporta reflexiones más interesantes sobre la realidad y las circunstancias de la vieja Grecia, y al mismo tiempo la más artificiosa desde el punto de vista de la intriga que corresponde al género.

Este tercer episodio enlaza directamente con los anteriores, Con el agua al cuello y, sobre todo, con Liquidacion final, del que parece una pura continuación, desde el punto de vista temático y también desde el estilístico: fácil, directo, sin pausa, para que el lector corra en busca del desenlace.

Sin embargo, en esta oportunidad, Márkaris aborda muchos aspectos que añaden interés al hábil manejo de un escritor curtido de oficio. Pan, educación, libertad plantea asuntos inquietantes de esta crisis. Por una parte, la demolición de los valores de la vieja resistencia, la degeneración de los antiguos ideales en aras de los intereses más venales, la degradación de las organizaciones que alentaron las épocas mejores. Y por otra, la existencia de una nueva generación, derrotada por la realidad, pero que no ceja en el empeño de desarrollar proyectos solidarios, tal vez limitados, pero decentes y estimulantes.

Y todo ello, en un territorio en el que se confrontan pasado y presente, una historia tan brillante como oscura su actualidad, con el trasfondo de la crisis actual, de la incompetencia y la corrupción política que invaden todos los ámbitos, y la protesta permanente y estéril de los muchos afectados. Ante esa situación los más dignos y los más lúcidos se enfrentan a una tentación que desde el ámbito de la psicología resulta inevitable: la necesidad de matar al padre, para acabar con las monsergas del relato de su pasado generoso tras el que esconder un presente miserable.

Ese complejo planteamiento desborda, tal vez, la sencillez de la trama y obliga a una solución tan forzada como previsible, que Márkaris salva aceptando un final a medio resolver.

Otro viaje no demasiado largo y se agradece el trayecto con una conclusión paradójica: el pesimismo del relato de Márkaris se cierra con un poso de esperanza. El viejo Kostas Jaristos ha encontrado en la más dura confrontación generacional un motivo de dignidad y optimismo. Ahora parece mucho más sosegado: hay jóvenes dignos de respeto.

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