Guerra fría, relaciones calientes

Ian McEwan no defrauda. Su serie más reciente: Expiación, Sábado, Chesil Beach, Solar… merecía una excelente continuación. Misión cumplida: se titula Operación dulce y la ha publicado Anagrama.  Va de espías y literatura, de guerra fría y relaciones calientes, de verdades y mentiras o de sinceridad e hipocresía o, si se prefiere, de lealtades y traiciones. Puede parecer un thriller pero también una historia de amor, quiere entretener pero obliga a pensar, se puede leer sencillamente pero conviene advertir todas las relaciones que se entrecruzan: organizaciones, países, regímenes, ideologías, personas, épocas, autores…

Una novela sin pausa, directa, compleja, marca de la casa; un texto abierto que inquiere al lector en muchos momentos, que le obliga a decidir, si no la decisión final (las novelas terminan en la última página, donde el autor decide; lo que el lector añade  es otra cosa), sí el juicio final: en lo moral, en lo que el autor evita, en el valor y extensión de los símbolos, y en todos los aspectos que la novela roza: la educación, la religión, las estructuras orgánicas, la familia, el sexo…

En definitiva: a este tipo hay que leerle siempre. Porque entretiene y estimula. El relato es siempre limpio, escueto, progresivo. Y tras ello sobresale la acumulación de información, la inteligencia del análisis, el respeto al lector ofreciendo perspectivas complejas e incluso contradictorias en todos los asuntos que se plantean, desde los gustos literarios a las preferencias ideológicas. Y por último, la ironía.

O sea, léase. En su estilo ofrece lo que se puede esperar; y más.

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