Quizás haya llegado tarde a la obra de Ricardo Menéndez Salmón y, tal vez por eso, ahora me sienta atrapado en la furia del converso. Este escritor tiene una voz rotunda y honda, cargada de memoria y empeñada en escrutar la barbarie. Medusa, su relato más reciente, es una reflexión sobre el arte y la conciencia, sobre el compromiso con la obra y la ideología, en el contexto de la sordidez de la crueldad que sólo el hombre es capaz de ejecutar.
Este relato, quizás breve, desde luego intenso, avasalla por su lucidez. Puede ser una biografía, porque se basa en la peripecia vital de un hombre. Puede ser un libro de historia, porque alude a algunos de los acontecimientos más relevantes y sórdidos del siglo XX. Puede ser un ensayo sobre el arte en los tiempos más abyectos. Puede ser un tratado sobre el compromiso moral del ser humano y sobre la autonomía de la obra respecto de la voluntad de su autor. Puede ser…
Medusa es un relato (novela o no, qué importa o de qué modo llamarlo) sobre el ser humano y la barbarie (o sobre la barbarie del ser humano) intenso y, a la postre, emocionante en su pura racionalidad.
Tras la Trilogía del mal, y habiéndome saltado La luz es más antigua que el amor, comprendo (de poco vale sumarme) a quienes consideran a Menéndez Salmón una de las voces más poderosas de la narrativa hispana.
