
Pide disculpas por ausentarse.
- Perdonad, tengo que ir al servicio.
El pequeño aseo está al lado de la terraza. De pronto, entre las charlas y las risas del festejo irrumpen ruidos rotundos, casi alarmantes. Cuando regresa el ausente, su rostro delata el esfuerzo apretado en el retrete. No puede abstraerse: observa que le observan. Uno de los presentes rompe el fuego con sorna militar:
- Jacinto, ¡descarguen armas!
El tal Jacinto reacciona.
- Mucha trompetería, pero poca marcha real.
La fiesta continúa.
- ¡Viva la república!, responde el coro.
