
El País se afana, desde el titular de su editorial, en dejar una puerta abierta a la continuidad monárquica. Los problemas de Juan Carlos I, titula.
Tal vez no quepa otro remedio que dar vueltas a la noria aun a costa del hastío y el mareo. Pero, cuanto más tiempo pasa, menos posibilidades quedan para esquivar las responsabilidades de la institución.
El silencio del emérito y la complicidad del Estado han arruinado las expectativas no ya del rey sino de la monarquía, convertida en un pufo.
El transcurso del tiempo no alivia ni olvida tantas decepciones acumuladas.
