Lo que la obsesión esconde

“La obsesión por lo que nos pasa nos impide ver lo que pasa”[1]. Puede ser. Quizás así se explique por qué el debate del estado de la nación se convirtió en una sucesión de peroratas ajenas a la realidad en que vive la sociedad española o insuficientes, al menos, para trazar el rumbo por el que cabe atisbar una salida. Mientras unos buscan con la  coartada de lo que ocurre la hegemonía de su modelo de sociedad más allá de los límites electorales, a otros, los más decentes, les abruma la realidad sin encontrar una solución realista y global a lo que nos obsesiona.

La crítica aislada de cada problemas y los remedios inconexos a cada caso conducen a soluciones imposibles; en definitiva, a negar la solución. Algo de esto plantea el artículo de Daniel Innerarity, Democracia sin política. No  cuestiona las razones y el sentido de las quejas ciudadanas y de los movimientos sociales surgidos de las deficiencias del sistema que han provocado la actual obsesión por lo que pasa. Pero expone la insuficiencia, e incluso las contradicciones, de todos ellos para articular una solución efectiva a lo que nos pasa.

La izquierda convencional carece de modelo, de relato, de dirección y, además, se ve lastrada por sus estructuras, sus obligaciones o el modo de articular la acción política, lo que agrava su situación. Las nuevas propuestas tratan de eludir estos aspectos añadidos, pero no alcanzan a ofrecer una alternativa realista y de conjunto, por lo que acaban cegando, seguramente sin pretenderlo, las puertas de salida: todas las reivindicaciones, juntas y sumadas, no solo son contradictorias en muchas ocasiones sino que –considerando tan solo las que puede ser evaluadas desde un punto de vista económico– carecen de viabilidad, resultan imposibles.

En este panorama solo ganan los que se empeñan en conquistar el caldo y las tajadas con la coartada de la crisis.  Y así será si los demás no se empeñan en, pese a la obsesión por lo que pasa, ver, comprender y describir lo que pasa: entender la realidad con sus miserias y sus condiciones inevitables para trazar un plan que resuelva a corto plazo las primeras y permita modificar a medio plazo las segundas.

Para que los ciudadanos entiendan la situación y sus problemas habrá que contar con los medios de comunicación, ahora escindidos entre la mayoría que alienta a quienes detentan el poder y la minoría que se suma a las protestas, multiplicando el efecto de las quejas, algo loable aun a costa de nublar la necesaria perspectiva de conjunto.

Sí, “la obsesión por lo que nos pasa nos impide ver lo que pasa”.



[1] Así concluía Juan José Millas su última columna, Lo que nos pasa, de la última del viernes en El País.

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